“¡Cuando te digo que no es que
no!” Era
una frase muy escuchada en las familias y colegios hasta bien acabado el siglo
XX. Hoy el modelo de crianza ha cambiado esencialmente.
El modelo anterior cuidaba no tanto de valores
como la empatía hacia el niño/a como de hacer valer las normas. Estas al ser
impuestas con una carga afectiva pequeña o nula, la norma llegaba fría y muy
limitante. Este recuerdo quedó así en el sustrato inconsciente de los que ahora
somos padres e intentamos crear un nuevo modelo donde la escucha, la empatía y
el permiso parecen ser la urgencia. “No queremos que nuestros niños sufran
como nosotros sufríamos cuando nos dejaban al amparo de un frío NO! o porque lo
digo yo y basta!” me relata el padre de un pacientito.
La periodista de un conocido periódico, Berta
G. de Vega, publica recientemente un artículo donde ha dado en llamar a las
actuales generaciones de “blanditas” y despliega todo un arsenal de
citas de autores donde se demuestra, en contrapunto a la sobre-protección
contra ese “sufrimiento” interno, que las generaciones que más se han tenido
que enfrentar a dificultades madurativas más éxito laboral y personal han
tenido en su etapa de adultos.
Y ¿porqué este dato? Sencillamente porque como
niños permite desplegar todo un marco de manipulaciones para conseguir ese
difícil objetivo. Esto estimula a la mente en fabricar estrategias y trabajar
la imaginación. Sin embargo el NO llegaba aun más impositivo y frio que antes.
Bien es cierto también, como demuestra la biología,
que la piel que ha sido expuesta a la herida o las inclemencias despliega
recursos que la hacen más fuerte.
Visto así los niños al caerse no esperan que
alguien los vayan a levantar, efectivamente, en cambio sienten la angustia de
salir rápido ante la depredación inmediata de las risas de sus compañeros o
patadas de los abusones.
¿Dónde está el equilibrio?, ¿cual sería el nuevo
paradigma educativo?. No nos alarmemos tanto con la llegada de esta generación
tan blandita, pues es la respuesta natural a la generación dura que la precede.
Es más una cuestión de comprender que es tiempo de reaccionar nuevamente a
tanta laxitud educativa.
En el escenario de la vida existen normas al uso
que, de no ser respetadas, ponen en peligro la integridad física, emocional y
psíquica de la persona.
Por esta razón decimos a los pequeños/as eso de “abrígate
que hace frio o mira bien a los dos lados antes de cruzar la calle”... El
problema surge cuando el riesgo no entraña un peligro físico, entonces
aflojamos y dejamos que la ilusión de los pequeños por descubrir no sea
frustrada.
Hemos visto cómo es el miedo a que nuestros
hijo/as sufran la raíz por la que muchos adultos responsables optan por
relajarse decir “No hagas eso” cuando indirectamente están diciendo
“si lo haces, no te diré nada”.
De tal modo que pueden ver películas o entrar a
videojuegos donde hay violencia, al igual que mensajes sexuales y un largo
elenco de opciones sólo procesables por los adultos, y que a un adolescente o
niño le amenazan con destruir o contaminar su natural proceso madurativo. Ahí
surge rápido la cuestión parental que dice “No pasa nada...si yo pude
pasarlo y aprendí el/ella también”.
Fijémonos ahora en esta paradoja; Les llevamos la
cartera hasta el cole, sufrimos más que ellos al dejarlos allí, nos enojamos
con la profesora que simplemente les puso un limite claro de convivencia o
salimos veloces a su rescate al mínimo síntoma extraño. Sin embargo permitimos
que se creen perfiles en redes sociales inadecuadas, jueguen a juegos violentos,
vean fotos y animaciones de claro contenido sexual o violencia...
Perece que sólo lo físico nos preocupa, que coma
bien, que no lleve sobre peso en la espalda y sobreviva a las inclemencias del
tiempo.
¡NO! mis queridos papás y mamás, un NO con una básica
explicación no es traumática, no es fría. Es más traumático ese desamparo
emocional de darles tanta libertad sin hacerles saber el riesgo emocional que
corren. Los límites tienen la potencia de orientar, organizar y regular los
diferentes contextos sociales y emocionales del niño, por tanto son necesarios.
Después de casi 15 años en consulta infantil, he
podido ver que un alto porcentaje de niños que llegan rebeldes, autoritarios
pero perdidos y con mucho miedo dentro a no saber qué hacer en el fondo, si no
les ponen un freno. Finalmente sienten un gran alivio al estrés y angustia con
la que llegan a verme al hacerles comprender la razón de los límites.
Hablamos de las relaciones con los amigos, con los
maestros, los desencuentros con sus padres y al hacerles ver donde están los
límites y el porqué de estos, el alivio da paso a una sonrisa por amistad y
cariño. Viene a ser algo así como “Gracias por enseñarme a cuidarme...”
Ya no se sienten desamparados, solos. Yo me pongo serio con ellos, sí. Pero mi
NO tiene presencia, miga, lógica y apoyo a la vez. Comprenden que es porque me
interesa que aprenda, no tanto que no sufra. Eso es construir un vínculo sano.
Resumidamente, igual que el bebé no puede ver al
nacer no le hacemos ver fotos de sus papás, no tiene dientes y no le damos un
filete o no puede andar y no le ponemos en el suelo a caminar. De igual modo
los niños no saben que es andar o mirar dentro de esta sociedad si no le
aportamos valores y patrones de conducta, así les sepa a un plato de verduras.
Que nuestros hijo/as necesitan las herramientas
para auto-regularse y estas no llegan sanas si no les ayudamos, y por tanto ser
un buen padre pasa por permitir el llanto por ejemplo, pero si al final le
contenemos y reorientamos. Si bajamos la tasa de sobrepeso infantil regulando
sus dietas aunque no les guste...y así sucesivamente.
Luis Arribas de la Rubia
Psicoterapeuta Infantil