martes, 28 de agosto de 2018

CUANDO DIGO -NO- Por Luis Arribas de la Rubia



“¡Cuando te digo que no es que no!” Era una frase muy escuchada en las familias y colegios hasta bien acabado el siglo XX. Hoy el modelo de crianza ha cambiado esencialmente.

El modelo anterior cuidaba no tanto de valores como la empatía hacia el niño/a como de hacer valer las normas. Estas al ser impuestas con una carga afectiva pequeña o nula, la norma llegaba fría y muy limitante. Este recuerdo quedó así en el sustrato inconsciente de los que ahora somos padres e intentamos crear un nuevo modelo donde la escucha, la empatía y el permiso parecen ser la urgencia. “No queremos que nuestros niños sufran como nosotros sufríamos cuando nos dejaban al amparo de un frío NO! o porque lo digo yo y basta!” me relata el padre de un pacientito.

La periodista de un conocido periódico, Berta G. de Vega, publica recientemente un artículo donde ha dado en llamar a las actuales generaciones de “blanditas” y despliega todo un arsenal de citas de autores donde se demuestra, en contrapunto a la sobre-protección contra ese “sufrimiento” interno, que las generaciones que más se han tenido que enfrentar a dificultades madurativas más éxito laboral y personal han tenido en su etapa de adultos.

Y ¿porqué este dato? Sencillamente porque como niños permite desplegar todo un marco de manipulaciones para conseguir ese difícil objetivo. Esto estimula a la mente en fabricar estrategias y trabajar la imaginación. Sin embargo el NO llegaba aun más impositivo y frio que antes.
Bien es cierto también, como demuestra la biología, que la piel que ha sido expuesta a la herida o las inclemencias despliega recursos que la hacen más fuerte.
Visto así los niños al caerse no esperan que alguien los vayan a levantar, efectivamente, en cambio sienten la angustia de salir rápido ante la depredación inmediata de las risas de sus compañeros o patadas de los abusones.

¿Dónde está el equilibrio?, ¿cual sería el nuevo paradigma educativo?. No nos alarmemos tanto con la llegada de esta generación tan blandita, pues es la respuesta natural a la generación dura que la precede. Es más una cuestión de comprender que es tiempo de reaccionar nuevamente a tanta laxitud educativa.

En el escenario de la vida existen normas al uso que, de no ser respetadas, ponen en peligro la integridad física, emocional y psíquica de la persona.
Por esta razón decimos a los pequeños/as eso de “abrígate que hace frio o mira bien a los dos lados antes de cruzar la calle”... El problema surge cuando el riesgo no entraña un peligro físico, entonces aflojamos y dejamos que la ilusión de los pequeños por descubrir no sea frustrada.
Hemos visto cómo es el miedo a que nuestros hijo/as sufran la raíz por la que muchos adultos responsables optan por relajarse decir “No hagas eso” cuando indirectamente están diciendo “si lo haces, no te diré nada”.
De tal modo que pueden ver películas o entrar a videojuegos donde hay violencia, al igual que mensajes sexuales y un largo elenco de opciones sólo procesables por los adultos, y que a un adolescente o niño le amenazan con destruir o contaminar su natural proceso madurativo. Ahí surge rápido la cuestión parental que dice “No pasa nada...si yo pude pasarlo y aprendí el/ella también”.

Fijémonos ahora en esta paradoja; Les llevamos la cartera hasta el cole, sufrimos más que ellos al dejarlos allí, nos enojamos con la profesora que simplemente les puso un limite claro de convivencia o salimos veloces a su rescate al mínimo síntoma extraño. Sin embargo permitimos que se creen perfiles en redes sociales inadecuadas, jueguen a juegos violentos, vean fotos y animaciones de claro contenido sexual o violencia...
Perece que sólo lo físico nos preocupa, que coma bien, que no lleve sobre peso en la espalda y sobreviva a las inclemencias del tiempo.

¡NO! mis queridos papás y mamás, un NO con una básica explicación no es traumática, no es fría. Es más traumático ese desamparo emocional de darles tanta libertad sin hacerles saber el riesgo emocional que corren. Los límites tienen la potencia de orientar, organizar y regular los diferentes contextos sociales y emocionales del niño, por tanto son necesarios.

Después de casi 15 años en consulta infantil, he podido ver que un alto porcentaje de niños que llegan rebeldes, autoritarios pero perdidos y con mucho miedo dentro a no saber qué hacer en el fondo, si no les ponen un freno. Finalmente sienten un gran alivio al estrés y angustia con la que llegan a verme al hacerles comprender la razón de los límites.

Hablamos de las relaciones con los amigos, con los maestros, los desencuentros con sus padres y al hacerles ver donde están los límites y el porqué de estos, el alivio da paso a una sonrisa por amistad y cariño. Viene a ser algo así como “Gracias por enseñarme a cuidarme...” Ya no se sienten desamparados, solos. Yo me pongo serio con ellos, sí. Pero mi NO tiene presencia, miga, lógica y apoyo a la vez. Comprenden que es porque me interesa que aprenda, no tanto que no sufra. Eso es construir un vínculo sano.

Resumidamente, igual que el bebé no puede ver al nacer no le hacemos ver fotos de sus papás, no tiene dientes y no le damos un filete o no puede andar y no le ponemos en el suelo a caminar. De igual modo los niños no saben que es andar o mirar dentro de esta sociedad si no le aportamos valores y patrones de conducta, así les sepa a un plato de verduras.

Que nuestros hijo/as necesitan las herramientas para auto-regularse y estas no llegan sanas si no les ayudamos, y por tanto ser un buen padre pasa por permitir el llanto por ejemplo, pero si al final le contenemos y reorientamos. Si bajamos la tasa de sobrepeso infantil regulando sus dietas aunque no les guste...y así sucesivamente.

Luis Arribas de la Rubia
Psicoterapeuta Infantil

viernes, 6 de mayo de 2016

El espectáculo que enseñaba a defender tu sombrero.

        ¿Conocéis a Asier Etxeandía? Es un actor, entre otras muchas cosas, nominado en los Goya 2016 como mejor actor principal,una pena que finalmente no fuera el ganador, porque su interpretación en "La novia" es magnífica. 
        
         Pues a este actor voy a ver a su espectáculo "El Intérprete" que se representa en el Teatro Calderón de Madrid y que recomiendo encarecidamente. Creo que podéis estar pensando dos cosas: que quizá os importe un pimiento el teatro, (si pensáis eso, por favor dadle una oportunidad, descubriréis un mundo maravilloso y adictivo), y por otra parte que he debido volverme loca al hablar de mis preferencias culturales en un blog de derecho y menores. Pues os equivocáis, este actor y este espectáculo germinaron una reflexión que quiero compartir con vosotros.


        Lo primero que me llamó la atención del espectáculo "El Intérprete" (precioso, reitero), fue una entrevista que se publicó en el periódico El Pais el día 23 de junio de 2013, (aquí podéis leer la entrevista), en el que se hacía un repaso de su argumento. Casi siempre me había imaginado a los actores como los más populares de su colegio, de su instituto, como el que anima las fiestas allá dónde quiera que se encuentre, ¿por qué? Supongo que porque desde los medios de comunicación o desde las campañas de marketing de las agencias publicitarias, siempre nos presentan a los actores como personas de gran carisma, atractivos a rabiar, e imagino que buscan que nos "enamoremos" de su imagen.

        Sin embargo en esta entrevista sorprendentemente se relataba:


"Los mismos amigos imaginarios que asistían a sus conciertos en la habitación le acompañaban a Asier luego en la calle. Y eso no contribuyó a su popularidad en el mundo que había fuera de las cuatro paredes. “Yo era un friki”, admite. “Era larguirucho, rubio, parecía una niña. Tenía gafas de culo de vaso, cuatro y pico dioptrías. Me vestía mi madre, era un cuadro. Ella tenía un poco de obsesión conmigo, hasta niveles que no me ayudaron mucho en el colegio. Por ejemplo: me compraba un modelito para ir a la boda de mis tíos, con pajarita y pantalón corto amarillo, y luego me lo estaba poniendo durante meses para ir a los jesuitas. Tú imagínate”.

El colegio, para Asier, fue una “verdadera tortura”. “Todos los niños se reían de mí”, asegura. “Yo estaba todo el día solo. Supongo que debía de tener una pluma bastante gorda de pequeño. No jugaba al fútbol, y con esa pinta, todo el día hablando con seres imaginarios, figúrate. Todos los días tenía cinco niños esperándome fuera para darme de hostias. Me acompañaban dándome tobas hasta mi casa. El colegio fue una pesadilla. Lo pasé fatal”.

Solo una vez plantó cara a sus acosadores. Fue cuando un niño insultó a su abuela, que acababa de morir. “Me dije: ‘Lo mato’. Quedamos fuera después de clase para pegarnos y yo me fui desinflando, siempre me ha aterrorizado pegarme. Si me menosprecian o me humillan, me hago pequeño, pero también tengo muy mala leche. El caso es que íbamos a zurrarnos y yo estaba totalmente desinflado, sabía que me iban a partir la cara. Y justo vi a mi padre bajar por la calle, y me armé de valor. Hice ¡¡¡bbbrrraaa!!!, como en Juego de tronos, y empecé a pegarle al chaval. Fue la única vez que me he peleado, y lo hice para que mi padre no viera cómo me zurraban”."


        ¡Ups! pues no es todo tan maravilloso como cabría esperar... El actor sufrió acoso escolar por sus gustos, por sus preferencias, por no ser como el resto de las personas, porque nadie le había explicado a esos niños que cada cual puede tener las aficiones, las ilusiones y las ideas que desee. Por eso en su espectáculo anima a todos: "Defiende tu sombrero por ridículo que sea". 

           Pues me encontraba animada con mis entradas para ver el espectáculo, cuando me comenzaron a saltar mensajes en twitter de usuarios que, de repente, clamaban venganza contra los acosadores, y la verdad es que no entendía nada, varias personas pedían castigos a los acosadores escolares; rasqué un poco, y encontré la respuesta: era el día 2 de mayo, Día contra el acoso escolar, claro, y era necesario poner el mensaje de turno y de moda.

        He de reconocer que antes de estar sumida en el mundo de los menores yo también era de las que pedían un castigo sin clemencia, a ser posible con escarnio público y sombrero de cascabeles para el acosador.... pero después de estudiar un poco y al escuchar a muchos profesionales, a Javier Urra, a varios psicólogos infantiles, y últimamente a Luis Arribas de la Rubia, me dí cuenta de que efectivamente el castigo al acosador no era la solución por sí sola para atajar el problema: son necesarias la conjunción de varias fórmulas.

        En diversas ocasiones os he comentado que creo que el Derecho, la Justicia y los Juzgados no son la única solución a nuestros problemas, creo que el Juez necesita de más herramientas para poder parar una situación de acoso, y estas herramientas no se encuentran en un Código Penal, se encuentran en casa, en el colegio, en la ayuda psicológica de especialistas.

        ¿Sabéis cuáles son las causas por las que se suele acosar en España? Según un informe emitido por el periódico El Pais en febrero de 2016, son diversas. Preguntadas varias personas que reconocían haber acosado a alguien: 

     
        ¿Os dáis cuenta? Somos muy modernos y muy progres, pero, como nota generalizada, falta en los agresores empatía, respeto, y sobretodo la idea de que cada uno puede pensar diferente. El relato de Asier Etxeandía encaja con lo que se plasma en el gráfico.

        Por eso creo que es necesario que en los colegios y en casa se enseñe a los menores, desde que son pequeños, a respetar las ideas de los demás, su forma física, sus ilusiones; creo enormemente en la capacidad de las personas para cambiar las cosas, simplemente con cambiar su actitud. Nadie es mejor que nadie.

        ¿Y con las víctimas? ¿Qué hacemos?. Creo que también debemos enseñarles a denunciar estas situaciones, a buscar ayuda, a hablar de ello, a que no es cobarde quien denuncia, a que acudir a terapia para asumir ciertos problemas no es vergonzoso. Pero también, y como se dice en el espectáculo, os animo a enseñarles a defender su sombrero por ridículo que sea, porque quizá, si les inculcamos valor, si les enseñamos que puede ser que estén equivocados pero que en todo caso es su derecho a  la equivocación; su derecho a soñar; su derecho a desear; su derecho a vivir de una determinada manera; su derecho a ser de una determinada manera, quizá, como por arte de magia, podremos formar futuros adultos equilibrados, respetuosos y que un día, por qué no, realicen cosas grandiosas, como un importante descubrimiento científico, o una clase magistral, o un espectáculo maravilloso en el que a su vez, animen a los demás a defender su sombrero y a quererse.


martes, 26 de abril de 2016

Aquel padre que no quería pagar más multas

        Hace poco asistí a un debate en las redes sociales sobre la posibilidad o no de que a los menores se les pudiera imponer la sanción de Prestaciones en Beneficio de la Comunidad.

       Cuando imparto una charla siempre comento el mismo caso: Un menor que hacía pintadas en las paredes de un municipio y cuyo padre no dejaba de pagar multas. Acudió al despacho, sabiendo que había especialistas en menores, no para que recurriéramos las multas, sino para que buscásemos una solución y que no tuviera que seguir pagando multas pues, como nos decía, el "castigado" por las pintadas era el padre y nunca el hijo.

     


  Nos contaba este padre que si castigaba al hijo lo único que lograba era retrasar la siguiente pintada hasta el fin de semana que pudiera salir de nuevo a la calle, y si le hacía pagar la multa, siempre había una tía, un abuelo.... que le resolvía la papeleta. El caso es que nuestro hombre estaba cansado de tener que pagar siempre.

       Le explicamos entonces que respecto de la responsabilidad civil nada podríamos hacer... pero respecto a las pintadas, se nos ocurrió algo. Puesto que el artículo 7 de la Ley Orgánica 5/2000 de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores, en su letra K, decidimos que, por analogía, la aplicaríamos al ámbito administrativo... ¿Así sin más?... ¡Claro que no!, Acudimos entonces a la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de protección jurídica del menor, de modificación del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil, en cuyo artículo 2 se establece el interés superior del menor, ya que este artículo viene a establecer que en las medidas concernientes a los menores que adopten las instituciones, públicas o privadas, los Tribunales, o los órganos legislativos primará el interés superior de los mismos sobre cualquier otro interés legítimo que pudiera concurrir. En el mismo artículo, además, se establece que a efectos de la interpretación y aplicación en cada caso del interés superior del menor, se tendrán en cuenta los siguientes criterios generales, sin perjuicio de los establecidos en la legislación específica aplicable, así como de aquellos otros que puedan estimarse adecuados atendiendo a las circunstancias concretas del supuesto:

a) La protección del derecho a la vida, supervivencia y desarrollo del menor y la satisfacción de sus necesidades básicas, tanto materiales, físicas y educativas como emocionales y afectivas.

        Además la Ley dispone que los poderes públicos deben promover la realización de acciones dirigidas a fomentar el conocimiento y cumplimiento de los deberes y responsabilidades de los menores en condiciones de igualdad, no discriminación y accesibilidad universal.


        ¿Qué mejor forma de ayudar al desarrollo del menor, y a sus necesidades educativas y emocionales que hacerle responsables de sus hechos?



        He conocido a muchos jueces y caso todos eran más partidarios de imponer penas de este ámbito que no forzar privaciones de libertad o penas pecuniarias, y suelen dar resultado, (partiendo de que hablamos de situaciones normales de infracción y no hechos o infracciones excesivamente graves o reincidentes).

        En el caso que os contaba, presentamos el recurso, (bueno los recursos porque aquel chico era una fuente inagotable de trabajo para el despacho), y el Ayuntamiento decidió hacernos caso. Todo el verano encalando paredes se pasó el chiquillo, claro, como se le iban acumulando las sanciones... El caso es que, desde que empezó a pintar, dejaron de aparecer multas en la casa, por lo que podemos concluir que, o bien entendió lo que significaba una multa cuando se vió en la obligación de esforzarse para reparar el daño, o bien aprendió a hacer pintadas sin que le pillaran.

        Y este ha sido un caso administrativo y de poca importancia, cuando se ha tratado de cuestiones más graves y en el ámbito penal, he podido comprobar que los menores tenían una reacción más positiva a largo plazo. Cierto es que este tipo de sanciones necesitan de la aceptación por el menor, pero son, a mi parecer las medidas más efectivas para evitar que los menores continúen delinquiendo.

        Así pues, por este y otros ejemplos vividos en el despacho estoy a favor de este tipo de sanciones. 

        ¿Y los psicólogos que piensan de ello? A continuación os dejo un pequeño video muy interesante de mi compañero Luis Arribas de la Rubia, Psicoterapeuta Integrativo en Sana Emoción, (tenéis el link a la página pinchando en el propio nombre), que nos comenta su opinión profesional sobre esta cuestión:




          Como siempre ha sido un placer contar con la colaboración de Luis Arribas de la Rubia, si queréis conocer más de este profesional podéis seguirle en su canal https://www.youtube.com/user/XanaEmocion.

















martes, 5 de abril de 2016

¿Quién elige el colegio de los hijos?

        En estas fechas se ha abierto el plazo para solicitar la matrícula de los niños en los colegios, lo que en no pocas ocasiones se traduce en un conflicto entre los progenitores.

        Lo primero que tenemos que tener muy claro es la diferencia entre Patria Potestad y Guarda y Custodia. Para que los lectores os podáis hacer una idea aproximada, la Patria Potestad faculta a los padres para tomar decisiones relevantes en relación con sus hijos en cuestiones como educación, religión, publicación de imágenes, etc...; la Guarda y Custodia por su parte faculta para tomar las decisiones generales del día a día. Por lo tanto y en consonancia con lo expuesto, para elegir el colegio al que acudirán los hijos, se debe ostentar la Patria Potestad que, salvo excepciones, suele estar ejercida por ambos progenitores de forma conjunta.

        ¿Y qué ocurre cuando no es así y existen diferentes criterios entre los progenitores?. En primer lugar responderé de forma negativa a esta pregunta, lo que NUNCA debe hacerse es tomar la decisión de forma unilateral, ni tampoco los centros educativos pueden aceptar que uno sólo de los progenitores tome esta decisión, y por ello en algunos centros están rechazando las matrículas firmadas por uno solo de los progenitores. Muchas veces es necesario quitarnos de la cabeza esa idea de "propiedad" sobre nuestros hijos, los hijos no son propiedad exclusiva de uno de los progenitores, ni tampoco el trabajar o convivir más con ellos nos otorga un poder "extra" de decisión.
       Porque recordemos que este no es un problema que atañe únicamente a quienes han roto su relación, puede darse entre progenitores que estén unidos: las discrepancias pueden aparecer siempre.


        En estos casos, lo que le recomiendo a mis clientes es que soliciten el auxilio judicial, y ya que el Código Civil nos otorga la posibilidad de acudir al Juez en caso de discrepancia, debemos presentar un escrito en el que expongamos nuestros argumentos, para que el Juez, tras otorgar a la otra parte un plazo para presentar sus alegaciones, convoque a una vista y posteriormente decida lo correspondiente.

        Sin embargo, y tras lo expuesto en este artículo, os recomiendo encarecidamente que os sentéis y, quitando todas los prejuicios, decidáis de mutuo acuerdo lo mejor para vuestros hijos, según sus necesidades y vuestras posibilidades económicas y temporales reales.

jueves, 14 de enero de 2016

Cuando educar fastidia.

        Siendo Letrada titular del Servicio de Orientación Jurídica del ICAM, tenía obligación, junto a mis compañeros, de estar actualizada sobre los temas de menores y para ello el Colegio de Abogados nos ofrecía cursos. 

        Una tarde acudimos mi compañera y yo a un interesante curso sobre menores en los que intervenía un psicólogo que hablaba sobre su educación. Por aquel entonces ni mi compañera ni yo teníamos hijos, pero la clase nos vendría muy bien para poder conocer mejor el mundo de los menores y orientar un poco a los padres cuando venían a la consulta del Servicio, de modo que nos sentamos dispuestas a tomar apuntes.

        He de añadir que el curso se realizó hace unos 16 años y estaba dirigido exclusivamente a abogados especializados en menores, es decir, que todos los asistentes éramos abogados colegiados y ligados al mundo del menor, cosa que aclaro a fin de que podáis haceros una idea del contexto en el que nos movíamos.

         El psicólogo comenzó su charla frente a las caras de "no me lo estoy creyendo" de los abogados que tenía frente a sí, hasta que poco a poco nos fue ganando, poniendo ejemplos reales y explicándonos unos antecedentes en los que efectivamente podía observarse, entre otros aspectos, un error en la educación, y de este modo nos habló de un menor que no quería ir al colegio y al que sus padres le pagaban 20 euros al día si acudía al mismo "en concepto de premio". Aquello se les fue escapando de las manos poco a poco, y cada vez le premiaban por más cosas, hasta que aquella costumbre, sin saber cómo, se convirtió en un chantaje y el menor llegó a no hacer nada si no tenía un pago monetario o en especie por adelantado. Comentaba entonces el psicólogo que los extremos no siempre eran buenos y que valorar y premiar no podía realizarse en exceso, como tampoco era bueno no imponer un castigo nunca: los menores debían entender que hay cosas que deben realizarse porque estamos obligados a ello al vivir en sociedad y cosas que, por la misma razón, no pueden hacerse y de hacerse tiene consecuencias, y por lo tanto era importante gestionar bien tanto cuando se premiaba a los hijos como cuando se les reprobaba. En definitiva el psicólogo nos estaba hablando de los límites y la necesidad de situar a un menor dentro de los límites.


        Entonces uno de los asistentes levantó la mano y dijo: "Sí claro pero no hay un castigo en el que no me fastidie yo". El profesor sonriendo le pidió que explicara aquello un poco más, y él dijo: "Claro, mi hijo ha suspendido varias este verano y le castigamos sin ir a la playa, ¡Pues me fastidio yo!, o por ejemplo, le castigué sin ir al cine porque había pegado con un amigo en el recreo ¡Y me fastidio yo!". En este punto el psicólogo le contestó que quizá debería ser más imaginativo con los castigos que le impusiera a su hijo y buscar otro tipo. Pero el alumno continuaba argumentando: "¡Claro! y si le castigo sin usar la consola o ver películas, yo no  puedo usar la consola o ver las películas que quiero porque se pone a mi lado."

        Llegados a ese punto la tensión del profesor era clara, pero con paciencia le dijo: "Por lo que me está contando quizá su hijo no tiene muy claros los límites, y debería sentarse a hablar con él, o por ejemplo, si va mal en los estudios, sentarse junto a él cuando hace deberes y ver por qué le sucede ésto". Entonces el abogado muy serio dijo: "Sí claro si le hago los deberes..." "No me ha entendido usted" contestó el psicólogo "No le he dicho que haga las tareas a su hijo, si las hiciera le estaría enseñando a no afrontar los trabajos propios, le he dicho que se siente junto a él cuando haga los deberes y observe". Y el abogado contestó con una medio sonrisa: "Sí hombre, ¡cómo tengo todo el tiempo!" Y el psicólogo enfadado le contestó: "Sí que tiene, ¡el que le sobra de no poder ir a la playa, al cine, jugar a la consola o ver películas!, A veces usted se tiene que fastidiar porque es padre, y ser padre a veces fastidia." 

      El abogado se levantó y muy airado se marchó, y el psicólogo dándose cuenta de que todos teníamos los ojos como platos ante la situación, respiro y nos dijo, "Estoy cansado de ver padres a los que educar les molesta, ¿qué pensaban que tendrían que hacer cuando decidieron ser padres?, Ser padre implica estar con tu hijo; ser padre implica observar lo que dice, lo que hace; ser padre es enseñar empatía; ser padre es poner límites; ser padre es saber aplaudir y fomentar sus logros, por pequeños que sean; ser padre es darle importancia a las pequeñas cosas que te plantee tu hijo; ser padre es saber decir que no a tu hijo. Mandar a los niños al colegio por la mañana y que les eduquen únicamente allí, no es ser padre; buscar el camino fácil para que el niño cumpla sus obligaciones en lugar de explicarle porqué es importante ir al colegio, no es ser padre. Ser padre es cansado, a veces molesta, sí, eso es ser padre. Pero ser padre, educar, y estar junto a tus hijos ofrece tantas ventajas, se aprende tanto, se viven tantas cosas, que jamás renunciaré a educar.".

        Posteriormente tuvimos muchas ocasiones de comentar esta experiencia mi compañera y yo al comprobar en nuestro trabajo que efectivamente, en muchos casos de menores,(no en todos, pues tampoco puedo generalizar), existía una dejadez en los padres, y que éstos no eran conscientes de ello: se echaban las manos a la cabeza ante la situación a la que habían llegado, pedían soluciones al juzgado, incluso las exigían argumentando que el Estado tenía que solucionarles la vida y hacerse cargo de lo que tenían delante; pero no eran capaces de reconocer que lo que se les había ido de las manos no era su hijo, sino su educación.

martes, 15 de diciembre de 2015

Mi hijo no es ni el peor, ni el mejor...

       Tengo un niño de cuatro años, y en la guardería, sí en la guardería, le separaron de su mejor amigo, al que adoraba, porque, en palabras de su profesora "Juntos son un terremoto". 

        Pasado el tiempo, cambió de profesor y éste me comentó que cuando mi hijo se juntaba con el niño X, era un peligro. Llegado el colegio la profesora me dijo que cuando mi hijo se juntaba con el niño Y, no paraban quietos y le costaba controlarlos. Llegado el verano, la profesora del campamento me dijo que mi hijo y su amigo F (al que había conocido ese mes), por separado eran geniales, pero juntos resultaban un tanto difíciles. 

        Fue aquí cuando le dije a mi marido: "Cariño, la mala influencia va a ser tu hijo", porque por supuesto mi hijo tiene doble ser y cuando hace las cosas bien es mi hijo, pero cuando hace las cosas mal, es el suyo...

    A veces a los padres nos falta una visión más amplia, y cuando he comentado esto con profesionales me han contestado sonriendo que ni todos los niños son lo mejor, ni tampoco son lo peor. Y al hilo de ésto me ha sorprendido gratamente ver el siguiente tuit de la Policía Nacional  (@policia) publicado hoy:




     Ciertamente al Servicio de Orientación Jurídica de Menores acudían algunos padres con problemas al haber sido denunciado su hijo. Y no había término medio en sus reacciones, o venían enfadadísimos con sus hijos porque eran lo peor del universo y ya jamás serían nada en la vida y estaban destinados a ser carne de presidio; o por el contrario mostraban su absoluta seguridad con que su hijo ni siquiera era amigo de los otros ni les conocía, y simplemente pasaba por allí en el momento en que la policía hacía las detenciones, y de manera injustificada, le detuvo.

        El primero de esos ejemplos me costó bastante sonrojo: Aparecieron un padre y su hija, el padre muy enojado, la hija sin dejar de llorar. Acostumbrados como estábamos en el servicio a ver cosas realmente graves, preguntamos qué había ocurrido temiendo  lo peor, y entonces el padre dijo: "¡Ha robado un pintalabios en El Corte Inglés!", a lo que yo contesté: "Bueno, lo normal". "Lo normal para usted, señorita", me respondió muy serio el padre. Verdaderamente no es es normal robar un pintalabios en comercios, pero mi comentario pretendía calmar los ánimos y quitar importancia al hecho, porque la pobre niña ya llevaba su penitencia en el disgusto que le hacía hipar una y otra vez. (Claro que en un apartado pregunté al padre si nunca había hecho algo ilegal en los impuestos, alguna reformilla en casa en B, marcharse sin pagar algo... y me dió la razón.).

        La otra cara de la moneda me la encontré con una de las madres habituales en el Juzgado de Menores, y digo habituales porque su hijo todas las semanas tenía un expediente abierto para tramitar la Justicia Gratuíta, cada vez por una denuncia diferente, por supuesto. Aquel día le habían pillado sacando un coche de un aparcamiento, ¡al niño de 14 años!. Mientras gestionaba la documentación procuraba no comentar los casos con los padres, pero algunos, como esta madre, no hacía más que hablar sobre ello: "¡Absolutamente injusto!, lo que pasa es que le tienen manía, ¡hombre! mi hijo le estaba haciendo un favor a un amigo que resultó que le engañó y quería robar el coche". Entonces mi compañera le preguntó: "¿Y tu hijo cómo sabe conducir siendo tan pequeño?", a lo que la madre dió una respuesta que, supongo, pensó que era muy contundente: "Mi marido le ha enseñado por si nos ponemos malos y tiene que llevarnos al hospital. Es algo que deberían saber todos los niños.". Prometo que no exagero nada de nada.

        En este punto hemos de reflexionar que efectivamente los niños no son los mejores ni los peores, pero a veces hacen cosas, desde trastadas a verdaderas barbaridades. 

       Desde el punto de vista del Derecho, como padres tenemos la obligación de velar por los menores (artículo 154 del Código Civil), y los menores tienen la obligación de obedecer a sus padres y respetarles (artículo 155 del mismo Código), pero ¿y qué pasa cuando las cosas salen de madre?.


       Antes de la reforma de 2007 el Código Civil reconocía la facultad de los padres para corregir razonable y moderadamente a los hijos, cuestión que desapareció por las cuestiones de ambigüedad que acarreaba al ser un término absolutamente amplio, ¿Qué tipo de castigo permitía?

        Actualmente nos encontramos con que este artículo del Código Civil recoge que la patria potestad será ejercida siempre en interés de los hijos, de acuerdo con su personalidad, y con respeto a sus derechos, su integridad física y mental. Por lo tanto los padres tienen margen de maniobra para poder educar dentro de estos parámetros.

      Pero ¿qué ocurre cuando no estamos hablando de unos hechos normales dentro de la edad y desarrollo de los menores, sino que hablamos de casos más graves?, ¿Cómo pueden lograr los padres que un hijo deje de acudir con un grupo de personas que le influyen de manera negativa? (siempre dentro de una seriedad en el concepto "influencia negativa", no vale que no nos gusten los amigos), ¿O cómo pueden lograr que vaya al psicólogo, o a un tratamiento de desintoxicación si se niega?. Pues bien, la respuesta también la encontramos en el Código Civil: El artículo 154 del Código Civil nos dice que los progenitores pueden recabar el auxilio judicial para ejercer la patria potestad, y por otro lado el artículo 158 del mismo Código nos dice que el Juez podrá adoptar las disposiciones que considere oportunas a fin de apartar al menor de un peligro o de evitarle perjuicios en su entorno familiar o frente a terceras personas. 

      Así pues el Derecho nos ofrece una herramienta útil que, como siempre recuerdo, por sí sola no solucionará el problema, pero dará pie a que se introduzcan otras que puedan ayudar, siempre y cuando el problema sea realmente serio.



jueves, 8 de octubre de 2015

Consejos del Defensor del Menor


Ruptura-de-la-pareja

        Hoy he podido ver esta información en la puerta de un Juzgado. 

        Me parecen unas cuestiones muy sanas y muy recomendables, y me sorprende que no haya existido más difusión, me sorprende que en la hora y cuarto que he permanecido junto al cartel ningún padre se haya fijado en él. Quizá no es el mejor sitio donde colocarlo.

        Lo dejo en este enlace, es un documento del Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid llamado "RUPTURA DE LA PAREJA Guía para afrontarla sin dañar a los hijos", redactado por D. José Manuel Aguilar Cuenca. Psicólogo.

          Leedlo, no se pierde nada.